7 de diciembre de 2023

VALORES NATURALES




Razones naturales


Los pensadores estoicos se esforzaron por ofrecer una explicación racional de la naturaleza: una “física” en términos de actividad inteligente. Para ellos, la naturaleza es increada e imperecedera, un ser viviente que se confunde con Dios; Natura es razonable, es decir con Lógos, pues la Razón es su principio activo mientras que la materia es su principio pasivo; el vehículo de la razón o ley natural es el Pneûma (aliento divino o espíritu vital).

El Pneûma (palabra poética que ha servido en español para el prosaico "neumático") da coherencia y mantiene unidas las partes del Universo en armonía tensa mediante la “simpatía universal”, como un fluido que se expande a través de la totalidad del mundo, una corriente análoga a un campo de fuerza que activa la materia (energía). Para los estoicos el universo es una esfera que se transforma eternamente en ciclos recurrentes y cuyo principio y fin es una conflagración (ekpyrósis), un fuego análogo a la Gran explosión o Gran implosión de las cosmologías contemporáneas. 

4 de noviembre de 2023

ÉTICAS PARASITARIAS




En su monumental obra Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna (1989, Paidós 1996), el filósofo canadiense Charles Taylor (*Montreal 1931), fino analista de la modernidad, examina un rasgo característico de las posiciones éticas modernas descedientes de la Ilustración radical: La ocultación de la motivación moral es la tónica del naturalismo ilustrado. Materialistas y ateos no pueden admitir sus fuentes morales que son "mutaciones de las formas de espiritualidad cristiana", pues se desvinculan radicalmente tanto de la religión como de cualquier especie de iusnaturalismo o "metarrelato". No obstante es posible describir cómo secularizan la moral cristiana, estoica o epicúrea, en las que hunden sus raíces y sin las cuales se vacían de fundamentos. Taylor obtuvo el premio Ratzinger por su profundo y cuidadoso análisis sobre la secularización y también el prestigioso premio Berggruen en 2017 con un jurado de lujo (Amartya Sen, Damasio, etc).

15 de mayo de 2023

CANDIDEZ DE SANTO


Viñeta del humorista Quino

 Se cuenta que de joven, Tomás de Aquino, que habría de convertirse en enorme filósofo y teólogo, era tranquilo, gentil, con mucha vida interior y grande como un luchador de Sumo. Ensimismado, silencioso, la gente tomaba su inocencia por idiocia. "De bueno, tonto", se suele decir. Le llamaban "il Bue Muto", el Buey mudo

Un día, sus compas del monasterio, queriéndose burlar de él le dijeron:

"¡Tomás, ven a ver esto! Los cerdos vuelan en el cielo..."

Tomás saltó de pie y se precipitó por una ventana. Los otros monjes se desternillaban de risa.

Él guardó un minuto de silencio y luego dijo en voz baja:

"Prefiero creer que los cerdos pueden volar, antes que pensar que mis hermanos me mienten".

(Como dice los italianos: Se non è vero è ben trobato. Si no es verdad, la anécdota vale como paradigma de santa candidez)

Alegoría de La Desconfianza (1587-1590). Philip Galle. El lema latino dice:
"Siembro la luz, confío en Dios: toda mi esperanza está puesta en mis queridos númenes"


Llamamos hoy "cándido" al ingenuo cuya alma carece de dobleces como para atribuir malas intenciones al prójimo. Nuestros diccionarios identifican la candidez con el candor de la inocencia.

El de santo Tomás es un ejemplo maravilloso, pero ¿se puede exigir su exagerada candidez como virtud cívica? 

Creo que no. Por desgracia, es verdadero el tópico de que el exceso de confianza mata al hombre (y a la mujer). Conviene tomar precauciones; "hombre precavido vale por dos". Conviene estar avisado de que la maldad existe en el mundo y de que la mejor amiga puede engañarte y traicionarte. La maldad no tiene género, ni sexo ni raza ni religión..., quiero decir que buenos y malos, decentes y mezquinos los hay en todos los pueblos, ciudades y naciones, de todos los géneros, orientaciones sexuales y condiciones sociales.

Aristóteles recomendaba la cautela como excelencia (areté, virtus), consideraba la actitud del malicioso, del que piensa mal sistemáticamente de los demás, como un exceso de desconfianza ("piensa el ladrón que todos son de su condición"), pero también tenía la simpleza del excesivamente ingenuo o "cándido" como un defecto moral. La confianza también tiene su justo medio, es valiosa en tensión entre el exceso temerario de confianza y el defecto del encogido, del paranoico que piensa que todo el mundo quiere hacerle mal. El filósofo Manuel García Morente apreciaba la confianza como base y clave de la verdadera amistad. Si aquella se rompe, los que fueron amigos pasan a serse indiferentes o, peor, enemigos.

Cándido o El Optimismo fue el título de un famoso cuento de Voltaire (1759). Cándido, su protagonista, instruido por Pangloss, alter-ego del filósofo Leibniz, piensa que vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero su vida será una continua desilusión repleta de calamidades, a pesar de lo cual Cándido conserva su idea de que no hay mal que por bien no venga. 

Voltaire reduce al absurdo este optimista principio exagerándolo. Por ejemplo, hace decir a Pangloss: "Los males particulares hacen el bien general; de manera que mientras más males hay, mejor va todo" (cap. 4). Evidentemente, esta afirmación es por completo absurda. Por otra parte, Leibniz no sólo pensaba que este mundo es el mejor de los mundos posibles, sino también que, de los posibles, este mundo es el menos malo; pensada así, la tesis de la "armonía preestablecida" no resulta tan optimista.

Después del devastador terremoto de Lisboa (1755) y del comienzo de la guerra de los Siete Años, Voltaire estaba convencido de que el mejor de los mundos posibles seguramente sería mejor que este. Llegará a la conclusión de que es imposible eliminar todos los males del mundo, pero "il faut cultiver notre jardin", o sea, cada cual debe procurar con su labor, cultivando su huerto, que, por lo menos, no cundan más males de los que ya fastidian su entorno.

Para saber más sobre Tomás de aquino, en el blog: A pie de clásico.


14 de abril de 2023

CONVICCIONES Y RESPONSABILIDAD

 



Principios morales y responsabilidad

Para Enmanuel Kant (1724-1804) nada podía ser bueno en este mundo salvo la recta intención de la voluntad. Su ética era una moral de la razón pura práctica, o de los principios y de la intención (Gesinnungsethic) atenta a fines últimos, humanitaristas, más que a los medios empleados para alcanzarlos y legitimada por la buena voluntad y el sentido del deber, con independencia de las consecuencias de nuestros actos. "Haz lo que debes", sea lo que fuere que se siga de ello.

Pero ya sabemos que “de buenas intenciones está el infierno lleno”, expresión metafórica que viene a figurar que los humanos tenemos una facilidad extraordinaria para jugar con dobles y hasta con triples intenciones y para engañarnos a nosotros mismos en torno a cuáles sean las más profundas o verdaderas. Y hasta puede suceder que no las conozcamos pues por debajo de la conciencia empujan fuerzas anímicas inconscientes, que desconocemos y a duras penas dominamos.

Max Weber (1864-1920) complementó la ética kantiana de la intención voluntaria con una moral de la responsabilidad. Como la relación con los otros es inevitable cuando pensamos moralmente, Weber denomina "ética de la responsabilidad" (Verantwortungsethic) a la que debe observar el político, pues no puede atenerse sólo a sus convicciones y principios para justificar sus actos. Contrariamente a la ética de Kant, que hizo suyo el principio fiat iustitia pereat mundus, el político ha de velar por "la conservación del mundo" además de procurar que sea justo, tomando muy en cuenta las consecuencias de sus decisiones. Para Weber, el político que no se sienta responsable de las consecuencias de sus decisiones, no es digno de poner la mano en el arado de la política.



Para Weber ni bastan las buenas intenciones ni es posible justificar y concretar unos fines últimos universales. Es perfectamente consciente de la secularización del mundo y de la pluralidad de creencias en las sociedades modernas. Los grandes valores se dicen de muchas maneras y hay muchas formas de ser cristiano, pacifista, feminista o ecologista(1). 

El hombre de acción, y todos lo somos porque incluso pensar y hablar son acciones, ha de tener en cuenta la consecuencias de sus actos y adherirse a una ética de la responsabilidad aunque actúe por convicciones morales. Esto desde luego no quiere decir que Weber piense que sea posible actuar responsable e inmoralmente, o que haga falta ser inmoral para ser responsable, o que ser responsable signifique carecer de principios. Al contrario, el buen político es aquel o aquella que, atendiendo a principios, se dice "no puedo hacer más, así que me detengo". Mantiene sus principales convicciones a la vez que tiene en cuenta las consecuencias de sus actos, de las leyes que promulga o de las ejecuciones que ordena. Un político responsable es lo contrario de un fanático.

En efecto, Weber se plantea el problema de si existen dos morales esencialmente distintas: la de la responsabilidad y la de la convicción o de los principios. Pues, a primera vista, parece que no es sensata la persona que actúa exclusivamente según la moral de la convicción, por principios, pues nadie tiene derecho a desinteresarse de las consecuencias de sus actos. Y por otra parte, un "consecuencialista" extremoso caería en el maquiavelismo de "el fin justifica los medios". 

Pero normalmente se obra por convicción y para obtener ciertos resultados. Weber no quiere decir que el moralista de la responsabilidad no tenga convicciones, ni que el moralista de la convicción no tenga sentido de la responsabilidad, lo que sugiere es que, en condiciones extremas, ambas actitudes puedan contradecirse, y que uno antepone al éxito o al logro del bien común la afirmación intransigente de sus principios y el otro sacrifica sus convicciones a las necesidades de triunfo o consecución de proyectos benevolentes, siendo "morales" tanto uno como otro dentro de una determinada concepción de la moralidad.

Toda una escuela, cuyo más ilustre representante es Maquiavelo, sostiene que la esencia de la política se revela precisamente en condiciones extremas. No obstante, un político o una política deben ser, al mismo tiempo, convencidos y responsables. Damos por hecho que solo somos responsables, es decir sólo podemos responder de lo que estamos en condiciones de decidir. 

¿Por qué elección moral optaremos cuando es preciso mentir o perder, matar o ser vencido? "¡Optaremos por la verdad, pues nunca se debe mentir! ¡No mataremos en ningún caso!" -responde el moralista de la convicción. "¡Elegiremos el éxito y la victoria, aunque haya que matar!" -responde el moralista de la responsabilidad. Las dos elecciones son morales con tal de que el éxito que este último quiere sea el de la ciudad o el de la nación que gobierna, y no el suyo propio.

El no incondicional, absoluto, a riesgo de perderlo todo, el no del extremista y del fanático, es la expresión última de lo que Weber llamó la moral de la convicción, sin embargo no hay "responsable" que no se vea forzado, tarde o pronto, a decir también "no", "no atravesaré esa línea roja", "no traicionaré hasta ese punto mis convicciones más profundas", cualquiera que sea el precio que por ello tenga que pagar...

Glosando a Max Weber, escribía Rafael Sánchez Ferlosio en su columna de "Calendas griegas" (28, mayo 1993): 

"Pasiones y principios tienen de común la irresponsabilidad de no reparar en consecuencias ¿Acaso Fiat iustitia et pereat mundus es menos ciego y absoluto que Rigth or wrong my country? La sospecha de que un principio puede no ser, a la postre, más que una pasión aumenta al considerar que el primer -o último- juicio parece que tiene que ser necesariamente, por su sola posición, un juicio de valor. Y ahora, al mirarlas por segunda vez, encuentro que las dos consignas ponderadas están insospechadamente próximas"

Adela Cortina, gran conocedora de la ética discursiva o comunicativa de Karl-Otto Apel (1922-2017), autora con independencia de criterio, distingue entre una ética de la convicción responsable y otra de la responsabilidad convencida, dando a entender que son dos caras de una misma moneda o dos enfoques diferentes de la Ética. Según Javier Muguerza, A. Cortina puede tener razón, porque la distinción weberiana no apuntaba a dos éticas alternativas sino a dos tipos ideales que en la realidad no se dan nunca en estado puro ni separados entre sí, sino confundidos y entremezclados el uno con el otro.

Una pura ética de la convicción y una pura ética de la responsabilidad resultarían sendas aberraciones morales, tanto el Fiat iustitia et pereat mundus (hágase justicia aunque se vaya a pique el mundo) como el Fiat iniustitia ut supersit mundus (toleremos la injusticia para salvar el status quo) son justificaciones insuficientes y culpables.

¿Cómo se relacionan ambos planos, el de los principios morales y el de sus aplicaciones prácticas? No se trata de una relación ni deductiva ni inductiva. Los principios de la ética discursiva no son axiomas, sino principios procedimentales bajo la amplísima formulación apeliana de “¡Obra siempre como si fueras miembro de una comunidad ideal de comunicación!”. Adela Cortina reforma el dictum de Apel así: “¡Obra siempre de modo que tu acción vaya encaminada a sentar las bases (en la medida de lo posible) de una comunidad ideal de comunicación!”. Una comunidad ideal de comunicación es aquella en que los comuneros intervienen en un régimen de igualdad y libres de toda coacción, añadiríamos con Habermas.

Conclusiones

Algunos interpretan a Weber en el sentido de que la Ética y la Política están condenadas a no ir nunca juntas. Según Aranguren, Max Weber puso de relieve que la dirección moderna de la historia es la intensificación de la tendencia a ajustar y reajustar, es decir, a justificar (por más que esta justificación nos parezca discutible), justificamos modos de convivencia que adoptábamos antes sólo por tradición. La sociología repite en el plano del conocimiento esta dirección. El hecho es que crece tanto en la realidad social como en la ciencia de la realidad social la carga de eticidad y la atención al fin de las instituciones, a cuyos miembros suponemos exigidos a dar razón de sus decisiones y arbitrios o, al menos, obligados a dar justificación legal-racional de cuanto ordenan.

El hombre no se asocia sólo para sobrevivir, sino también para "vivir bien" (euzeîn), según la lección de Aristóteles, esto es, nos asociamos con y por un fin moral. De lo que cabe deducir que el hombre posee una estructura social porque posee una estructura moral (moralitas in genere), en el sentido de que debe hacer su vida, que no le es biológicamente dada como al animal. Por eso se puede decir que "la sociología se funda, pues, en la ética (como la realidad social en la realidad moral) y revierte a ella" (2). 

¿Y la política? ¿Podemos pensar la política como una ampliación social de la ética personal al espacio público?

Puede pensarse que subordinar la Ética a la Política no es otra cosa sino someter la ética individual a la colectiva, pues por ética colectiva ha de entenderse también la política y, aunque esta sea democrática, la mayoría no somos todos, como decía Agustín García Calvo, además de los que somos, están los que han de venir. La subordinación de la ética a la política, del deber al poder, ha alcanzado y puede alcanzar consecuencias imprevisibles y nefastas, como cuando Lenin manifestaba que es moral toda acción que favorece al partido e inmoral la que lo perjudica.

Pero la ética social no es un mero apéndice de la Ética, ni tampoco su simple aplicación a una zona de la realidad, sino una de sus partes constitutivas. Somos en comunicación y vivir es convivir. Lo que significa que las expresiones Ética general y Ética individual no son equivalentes. La Ética general en cuanto ética de la persona, ha de abrirse necesariamente a la ética social, a la interacción y a la comunicación, y por mejorar esas relaciones y sus posibles consensos, que habrán de estar fundados en buenas razones y sentimientos compartidos y pensados


Notas 

(1) Victoria Camps. Virtudes públicas, cap. III. "La responsabilidad", Austral, Espasa-Calpe, 1990, pg. 57.
(2) José L. López Aranguren. Ética, cap. 22, Alianza 1958.

Bibliografía consultada:

Carlos Gómez y Javier Muguerza. La aventura de la moralidad. Paradigmas, fronteras y problemas de la Ética, Alianza, 2007, especialmente el cap. 9: "Racionalidad, fundamentación y aplicación de la ética" (Javier Muguerza).

25 de marzo de 2022

FILANTROPÍA

 



Corren malos tiempos para la filantropía, que es el amor universal al género humano, "género" que hoy suele dividirse en dos: hembras y machos, mujeres y varones, casi como si fuesen especies distintas por afectar diferentes gónadas y dosis hormonales. Tampoco está de moda la "panfilia", palabra que acabo de inventar y que traigo del griego 'pan', todo, y de 'philía', amistad. Existe el adjetivo pánfilo, que etimológicamente significaría aquél al que todo le agrada, el que todo lo ama. Por desgracia, el epíteto se usa para describir al ingenuo, al que tarda en comprender las cosas o no se da cuenta de estas y se deja engañar fácilmente. 

En la actualidad abundan los odiadores (haters), los que están a disgusto con todo, los hipercríticos, los que lamentan su suerte, incluso si es buena suerte, los que se quejan por las tortas que la vida no les ha dado, los que virilizan su odio aprovechando la facilidad con que se pueden publicar bellaquerías o divulgar infamias en las redes sociales y otros medios masivos de comunicación.

Corren malos tiempos para la filantropía y para el humanismo, tal y como lo entendieron Cicerón, Quintiliano, Erasmo, Guevara o Vives. Incluso hay una escuela filosófica "posthumanista" que precisamente se identifica por su diatriba contra el humanismo. El filósofo francés Michel Foucault al final de su famosa y menos leída miscelánea Las palabras y las cosas (1966) afirma que "el hombre no es el problema más antiguo ni el más constante que se haya planteado el saber humano" (...), "el hombre es una invención reciente", de la cultura europea del siglo XVI -según Foucault- o incluso más tardía, una preocupación de la Ilustración: "El hombre es una invención cuya fecha reciente muestra con toda facilidad la arqueología de nuestro pensamiento. Y quizá también su próximo fin". Foucault presiente una oscilación del pensamiento clásico como la del siglo XVIII... "Entonces podría apostarse a que el hombre se borraría, como en los límites del mar un rostro de arena". Esta posición contrasta con la de Kant, que pensaba que el problema de los problemas y el que más difícilmente llegaremos a resolver es, precisamente, qué -y sobre todo quién- es el hombre.

Hay quien piensa hoy que los seres humanos son una especie de costra cancerígena que le ha salido al planeta Tierra y corren doctrinas apocalípticas que no sólo prevén el fin del género humano, sino que apuestan por que los seres humanos merecen su desaparición dada su maldad intrínseca: violencia, crueldad, polución, avaricia, etc. O tal vez merezcan -merezcamos- sustitución y superación por otra especie mejor diseñada genéticamente (transhumanismo). 

Sin embargo, los seres humanos tienen más propensión al bien de lo que aquellos piensan y en general preferimos la paz y el orden, a la guerra y el caos; lo bello a lo feo, lo limpio a lo sucio, el amor al odio. A continuación ofrezco al atento lector un ejemplo aleccionador y simpático.


Laurence Sterne (1713-1768)


Laurence Sterne fue un autor original, de la cuerda de Cervantes y Rabelais. Un humorista. Hijo de militar, clérigo anglicano, casó en 1741 pero su matrimonio no fue tranquilo debido a sus devaneos amorosos y a la locura de su esposa. Murió en extrema pobreza.

Influido por Descartes, Montaigne y Locke, su capacidad fabuladora fue reducida, pero “la suple con un jugoso auto-biografismo y una alertada curiosidad erudita, teñida de ironía y sátira” (Francisco Yndurain). Es un maestro de la disgresión, de la que abusa conscientemente y hace alarde. En Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy (II, 12º), su “novela-ensayo” inacabada, describe el buen corazón de su tío Toby recordando su comportamiento estoico con una mosca pertinaz:

“Mi tio Toby tenía mucha paciencia para los insultos y no por falta de valor (...) Sólo ocurría que él era de natural pacífico, sin mezcla de exaltación alguna, incapaz por tanto de responder vengativamente ni al ataque de una mosca (...) Una noche, cenando, cuando un moscardón se obstinaba en zumbar en torno a su nariz atormentándolo insistentemente, se limitó a decir: ¡Vete! Y cuando después de infinitas tentativas lo cogió le dijo: No te voy a hacer daño, y levantándose de la mesa abrió su mano y lo dejó escapar tras abrir la ventana. Vete, pobre diablo, ¿por qué habría de hacerte daño? Este mundo es lo suficientemente amplio para incluirnos a ti y a mí.”

“La lección de buena voluntad universal que entonces aprendí de mi tío Toby se quedó para siempre grabada en mi mente (...), la mitad de mi filantropía la debo a aquella impresión accidental.”

9 de enero de 2022

TROMPETA RUSA

 

JBL, 2021. Necedad con mascota. Técnica mixta.

ADVERSUS NECIONALISMO

Los periódicos españoles dedican la máxima atención a quienes no quieren ser españoles y a quienes reniegan del idioma español, a veces sin temor a contradecirse maldiciéndolo ¡en español! Todo el mundo sabe quien es el presidente de la Generalidad catalana, pero pocos recuerdan el nombre del presidente de Castilla-León, el de Murcia o el de Canarias. 

Nuestro periodismo, aún el más “cultural”, apenas muestra interés por la cultura hispanoamericana que se ha escrito o se escribe en nuestro idioma, ese que hablan y estudian con provecho centenares de millones de personas en todo el mundo: Andrés Bello (maestro de Simón Bolívar), Juan Bautista Alberdi (autor intelectual de la constitución argentina), el mejicano Justo Sierra (fundador de la Universidad Nacional de Méjico), el cubano José Martí, el argentino Alejandro Korn, autor de La libertad creadora (1922), el humanista mejicano Antonio Caso, los argentinos Vicente Fatone y Alberto Rougès, Alfonso Reyes (regiomontano universal y considerado por Borges “el mejor prosista del idioma español de cualquier época)…, son nombres desconocidos en el panorama intelectual español.

Nos preocupamos por lo que quieren hacer con su libertad quienes han tenido y tienen el privilegio de participar de la común, porque desean comer en mesa a parte y dicen querer una libertad más propia. ¿Y si la quieren para tirarse por un barranco? Pues vale. Lo peor es que sólo lo harían en manada o detrás de un caudillo carismático, y muchos inocentes, incluso inocentes mayorías, sucumbirían bajo las pezuñas del enloquecido rebaño, incapaces de resistir la estampida...

Schopenhauer ya se apercibió de que todo aquel que cuenta con suficientes talentos como para nadar solo, o perseguir la felicidad independiente, tiene en poca cosa la circunstancia casual del lugar o la tribu en que por azar le nacieron, pero el espíritu de muchos es monótono, como el de esas trompetas rusas que tocan una sola nota, esto explica a la vez que sean tan fastidiosos y tan gregarios los fanáticos “necionalistas”; necesitan el concurso de otras trompetas para poder entre todos hacer sonar la melodía, siempre la misma, con la letra del himno patrio, que suele ser violenta, cuando no sanguinaria.

Cuanta mayor penuria intelectual, mayor hambre de acompañamiento, mayor necesidad de envolverse en una bandera para ser alguien. Amar a los padres y ser agradecido con el terruño en el que crecimos o en el que pacemos es de bien nacidos, ¡por supuesto!, sin embargo, el “necionalista” extremoso carece de la necesaria capacidad abstracta para universalizar el sentimiento de sociabilidad extendiéndolo más allá de la manada restringida a la que llama “pueblo”, y por ende, también está privado de la viva curiosidad que siente el hombre de talento por enriquecer la propia perspectiva con la foránea y hasta con la completamente extraña, o la más próxima del "maketo" o del "charnego" (perro abandonado). Su identidad no se afirma en el amor propio, sino en el odio o el desprecio al vecino, incluso si este es primo hermano.

Quien se ama lo suficiente, ¿para qué quiere nación? o ¿qué más le da una nación que otra? Preferirá, sin duda, aquella donde le dejen formar su interior con libertad y que consienta aglutinar bajo leyes justas a más gente... Ya lo decía Séneca, ¿en qué constitución preferirá vivir el sabio?, en cualquiera en la que le dejen luchar por su alegría. 

En este sentido, las gentes que hablan español constituyen una “matria” o una patria tan extensa, cosmopolita, étnicamente diversa, tan mestiza como formidable, aunque no le atribuyamos a nuestra lengua el protagonismo mesiánico que le arrogó el vasco Juan Larrea. Pero ni a Baroja ni a Unamuno ni a Larrea les reconocen o les leen los “nacionalistas” euskáricos, precisamente por su hispánica universalidad y escaso provincianismo, el mismo desprecio que sienten los catalanistas a ultranza por Marsé, que en paz descanse, o por Eugenio d’Ors, filósofo y esteta de altura.

Al nacionalista extremoso su exceso de gregarismo y de sociabilidad le viene de su propia vulgaridad, pues en efecto, al fanático “necionalista” le es más fácil envestir o resistir a los demás que aguantarse a sí mismo. Por eso es incapaz de sentarse sólo en una mesa. Es la propia monotonía de su ser lo insoportable para cada uno de ellos, pues 'omnis stultitia laborat fastidio sui'. Lo antes dicho: da igual que la casa esté ardiendo, los negocios se arruinen y los viejos se mueran, su trompeta sólo toca una nota, siempre la misma.

Trama, 2021, JBL


En este sentido es posible que Schopenhauer tuviera razón cuando afirmaba que la sociabilidad de cada cual está en razón inversa de su valor intelectual y que la soledad es patrimonio de espíritus superiores. Un hombre cultivado –advirtió Pascal- es aquel que puede permanecer solo y tranquilo en una habitación bien ventilada y provista de buenos libros. El nacionalista, para calmar su ansiedad, su temor a la soledad, generado muchas veces por una bipolaridad conflictiva y contradictoria, acomplejada, por causa de lo que también es y no quiere ser, tiene que meter a todos sus familiares en la habitación para estar contento, y a los familiares de los familiares, y luego cerrar la habitación a cal y canto para poder distinguir a los "nuestros" de los "otros". Y soportará las ocurrencias más estúpidas, incluso los crímenes más odiosos, por percibirlos como propios. “Es un asesino, vale, ¡pero es de los nuestros!”.

Hay que tener una mente completamente alienada y un corazón muy podrido para albergar en él homenajes y plácemes a cuatro asesinos que saltaron por los aires preparando un atentado terrorista contra inocentes.

Sólo creyendo que hay otros inferiores, a los que bestializa o barbariza, puede sentirse superior el “necionalista”, especialmente si su creencia y perspectiva monolítica es continuamente reafirmada por la de sus parientes... "Mi primo el de Bilbao", ya sabes. Ciertamente su valor predilecto no es la libertad, sino la seguridad que ofrece el establo, el olor habitual a engrudo de parentesco, ¡ah, lo que tira la sangre!, ¡cómo si la hubiera de distintas categorías y colores!

JBL, Brotes verdes, 2021, técnica mixta


Serían grandes solitarios, gente de verdad independiente, libre de consignas y del corsé de las ideologías, quienes conformarían una sociedad cosmopolita cuya constitución se cumpliera e hiciera compatible por fin seguridad, libertad y dignidad
, competencia y orden, excelencia y equidad (fin de fines)…, pues quien no soporta la soledad individual no ama la libertad. Y es piedad inútil y atención contraproducente mostrar interés por quien no está en condiciones de reconocer el interés que hay en vos.

Más nos valdría mirar a Occidente buscando amigos, a Portugal, o a Hispanoamérica sobre todo. Fue ella la que curó al genial D´Ors de su prurito provinciano; a fin de cuentas, la Red de redes ha desaparecido el Atlántico.

Del autor:

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https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=1636897

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4 de enero de 2022

BIOFILIA


Mariposa macroglossum, de larguísima lengua
libando en un geranio (origen sudafricano)


Como no tenían una esposa llamada reloj en la muñeca ni un controlador en el bolsillo llamado móvil -más propiamente llamado “celular” en América-, los antiguos estaban obligados a leer su tiempo, el cronológico y el meteorológico, en las señales naturales y el comportamiento de los bichos. Los carneros saltando alegres pronosticaban lluvias, igual que el buey si se lamía a contrapelo y alzaba el rostro al cielo, pero si bramaba y pacía deprisa anunciaba tormenta, como la oveja que escarba o las cabras si duermen apretadas…