27 de noviembre de 2019

CONDUCTA ANIMAL Y ÉTICA

Larva de la procesionaria del pino.


Durante siglos la ciencia occidental definió al ser humano por una propiedad específica que poseería en exclusiva y de la que carecerían el resto de animales: inteligencia o razón (no matizaremos aquí las importantes diferencias entre razón e inteligencia). Tal antropología o visión del hombre no impidió que se atribuyeran conductas astutas al zorro, previsoras a la hormiga, libertinas a la cigarra o memoriosas al elefante. Los animales suplían la falta de inteligencia con el instinto. Sin embargo, entre el hombre, dotado de alma inmortal, y el animal se decretaba un abismo infranqueable. A fin de cuentas, ¡el hombre había sido creado en el último día y a semejanza de Dios!