27 de noviembre de 2009

Naturaleza y virtud

Lección 2, cuestiones 1. y 7.

La mayoría del alumano está seguro de que nadie es bueno o malo por naturaleza, puesto que no elegimos cómo nacemos, ni dónde, ni con qué disposiciones o aptitudes, si más altos o más bajos, más despabilados o torpes, si más activos o miedosos, si más irritables o insensibles...

Sin embargo, al preguntar si la virtud (el mérito o la excelencia moral) es natural o artificial -pregunta 7.- casi todos afirman que es natural.
Esto puede deberse a que la palabra "natural" está cargada de connotaciones positivas en la opinión pública actual. La publicidad ha hecho de "lo natural" una especie de mística bastante contradictoria: así, un champú se vende como algo "natural" porque contiene esencia de camomila o de ortiga, aunque haya sido producido industrialmente mediante sofisticadas técnicas de laboratorio...

La respuesta a esta pregunta: si la virtud es fruto del arte y la técnica o, por el contrario, surge espontáneamente de nuestra naturaleza, no es fácil. Un famoso filósofo inglés, David Hume, se preguntó esto en su Tratado sobre la naturaleza humana (1740).
Según el escocés, la respuesta a esta pregunta depende de lo que entendamos por "naturaleza":


1) Si entendemos por "natural" lo contrario de lo milagroso, podemos considerar a la virtud algo natural en el sentido de que no cae del cielo ni es una propiedad milagrosa del comportamiento humano. Esta consideración debió costarle a Hume serios disgustos con la religión de su tiempo, pues la teología moral cristiana afirma que las principales virtudes (fe, esperanza y caridad) son gracias o dones divinos.


2) Si entendemos por "natural" lo contrario a lo que es inhabitual o raro, entonces la respuesta a si la virtud es algo natural o no-natural depende de lo que entendamos por "virtud". La "virtud" heroica, por ejemplo, de quien con peligro de su vida ayuda a otros, es bastante rara, pero la virtud normal, de quienes no roban, al menos todos lo días, ni asesinan, ni humillan a sus semejantes..., la virtud de quienes quieren a sus hijos y son respetuosos con los demás, es más bien algo corriente, y por tanto natural. "To er mundo e güeno" no deja de ser una exageración andaluza, pero contiene algo de verdad, y es que la sociedad es posible porque la mayoría de la gente está más bien dispuesta a cooperar con los demás, aun en beneficio propio, que a fastidiarlos y fastidiarse.


3) Sin embargo, si entendemos por "natural" lo contrario a "lo artificioso", a lo que es fruto del ejercicio, hijo del esfuerzo y del ingenio humano, entonces hemos de concluir que la virtud no es espontánea en nosotros, sino el resultado de la educación y las convenciones sociales.

Naturalmente, nacemos con unas u otras disposiciones: a ser estables o inestables, ruidosos o tranquilos, vanidosos o humildes, audaces o retraídos, optimistas o pesimistas, violentos o pacíficos... Pero todas estas disposiciones naturales, aunque no puedan inhibirse del todo, sí pueden modelarse a voluntad, y reprimirse o desarrollarse según nuestras conveniencias, exigencias, intenciones y decisiones, al menos en parte.

¿Cómo? Mediante el ejercicio y el entrenamiento. Nadie nace sabiendo tocar el piano. Se hará un "virtuoso" del piano si se somete durante años a penosos y largos estudios de solfeo y ejercicios de interpretación. La palabra "virtuoso", que usamos cuando nos referimos a quien domina un instrumento musical, tiene un significado más técnico o estético, que ético o moral. Pero tanto el que domina un instrumento como el que domina sus acciones tienen algo en común: que sólo han conseguido eso después de un largo proceso de educación y entrenamiento.

Una persona, a pesar de sus tendencias naturales a quedarse en cama, calentito, por las mañanas, hace el esfuerzo de levantarse, se sobrepone a sus ganas de permanecer cómodo allí, se aguanta y manda a su propio cuerpo que se levante... en beneficio de su educación, si ha de levantarse para ir al instituto, o actúa por sentido del deber, o simplemente, por obediencia a su madre, cuyo cariño y confianza no quiere perder, y que le anima a levantarse. No hace lo que le da la gana, sino lo que sabe que le conviene. De este modo, supera su innata (natural) tendencia a la pereza. Si hace esto todos los días, su diligencia (nombre de una importante virtud) se volverá hábito, costumbre, la buena costumbre de madrugar los días laborables, es decir, se hará virtud. Podremos decir de él que es un tipo diligente y no perezoso. Ha aprendido a ser diligente, en lugar de entregarse al feo vicio de la pereza. La virtud es, por tanto, fruto de un aprendizaje y no el desarrollo espontáneo de una tendencia natural.

Puede que tengamos tendencia a la avaricia, a "no dar ni los buenos días"... ¿Cómo se vuelve uno, entonces, generoso? Ejercitándose en la generosidad, haciendo actos generosos, obligándose a dar cuando su tendencia es la racanería. Pasa lo mismo con montar en bicicleta. Uno puede estudiar lo que es una bicicleta, o recibir clases teóricas sobre cómo montarla, pero al final, sólo aprenderá a montar en bicicleta dando pedales sobre ella. Puede que se caiga alguna vez, tendrá que echarle valor a la cosa, pero al final, aprenderá a hacer lo que no es natural hacer. Por eso decía Aristóteles que somos lo que hacemos. Biológicamente somos hijos de papá y de mamá, pero, moralmente, somos hijos de nuestras elecciones y de nuestros actos.

Esto quiere decir que, al menos en parte, nos fabricamos a nosotros mismos. A menos que..., a menos que estemos completamente "desmoralizados", somos animales autocreativos (o autodestructivos), mantenemos sucia o limpia nuestra casa y nuestra ciudad, a voluntad, podemos empeorarnos o mejorarnos a nosotros mismos y, por tanto, somos responsables de nuestra constitución personal y moral, de nuestro carácter, que no nos es impuesto por el oscuro azar de los genes (como el temperamento) sino elegido en parte según las decisiones que tomamos.

En resumen: No nacemos hechos seres humanos. Humanizarnos, construirnos a nosotros mismos, llegar a ser personas saludables, dignas y felices, es el arte más valioso, el más emocionante y el más difícil. Y cada uno puede hacerse, partiendo de sus aptitudes, según la particular idea que tenga de sí, pero sobre todo, según sus aspiraciones, desarrollando actitudes nuevas y originales que conformarán su personalísimo carácter.

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